El capricho

Ya es hora de admitirlo: soy el resultado de un capricho.

Mi padre siempre quiso una niña, pero la primera vez mi madre se salió con la suya y apareció en escena mi hermano. Y cuando mi hermano creció y mi madre se quedaba sola y aburrida en casa, tuvo la feliz idea de insistir a mi padre para ir a por "la niña"... ante lo que mi padre no pudo más que sucumbir.

Y llegó el día y yo tardaba en salir. Y todo lo que nacían eran niñas. Y mi padre se empezaba a desesperar hasta el punto de soltar un "coño, que se van a acabar cuando me toque a mí". Pero justo entonces apareció el médico y le dijo "ha sido niña"... y llegué yo, poco más de un mes antes de que la Historia de España cambiara de nuevo.

La verdad es que esto de ser el capricho, unido a ser niña y la pequeña de la casa, ha sido un chollo la mayoría de las veces (bueno, vale, lo sigue siendo). Mi hermano se paraba en los escaparates de juguetes y decía "de aquí para allá, para mí; a partir de ahí, para mi hermana" o "mira, mama, para la niña". Así que la vida no ha sido tan dura a pesar de todos los malos momentos vividos en la familia.

Como todo hijo de vecino, fui buscando mi lugar en este mundo y creo que aún sigo buscándolo a base de una cabezonería de herencia paterna que hace que no me rinda y de un supuesto equilibrio que según dicen me da ser del signo Libra.

Poquito a poco he conseguido sacarme unos estudios y entrar a trabajar en una empresa donde tienes una seguridad y estabilidad que hoy en día no son nada fáciles de encontrar. Y llevo tres añitos en que parece que por fin la suerte me sonríe también en lo personal: piso y pareja casi a la vez. ¡Cómo para quejarse!

Eso sí, ahora toca luchar para no perder todo lo conseguido, que la vida es muy sabia y siempre te da una de cal y otra de arena como te despistes un segundo.