SÓLO IDA
El camina despacito que las cosas no son buenas si no has de despegar y se estaba equivocando. Ver el horizonte sin rumbo fijo y la inmensidad del firmamento que no tienes que volver a pisar es lo importante. No hay paradas que señalen las largas horas, días, meses, años y milenios sin más compañía que la de un entorno incircunstancial y efímero, destinado a perderse en la negrura más absoluta del lejano destino repetido tantas veces en el misal adormecido y aprendido hasta la saciedad.
.- ¡Estoy aquí!
Y por más que grité la estampida me abarcó sin más piedad que la misma que ofrecí a mi propio hermano pisoteado por mis ganas de llegar. Arrancado de las garras de su propio destino yaciendo inerte y con amor que no quise mirar atrás en mi remordimiento. No había retorno. El destino preconcebido era quién guiaba nuestros hechos más allá de nuestra propia subsistencia internándonos en aquel desconocido universo cual ríos de lava que enloquecidos por su entorno acaban suicidándose en el mar.
El universo me envolvía a sabiendas de que una ínfima posibilidad me motivaba de llegar a buen puerto, si a eso se le puede llamar tal. No volver la vista atrás y las horas, días, meses, años y milenios dejaron de existir para transformarse en puente de ridícula esperanza. Alegrarme de las perdidas fraternales estaba a la orden en tan endiondo y curvilíneo camino hacia el nuevo hogar.
.- ¡Voy!
Y seguí, seguí peleando, debatiéndome en mi propio esfuerzo mientras mundos y galaxias circulaban a mi entorno ignorándolas como si no existieran. ¿Qué importancia tenían? No podía verlas, olerlas ni tocarlas. Mudo y absorto como Gustavo sin conocer, sabía que estaban sin más y no debían ser obstáculo para mi destino. Lo pusilánime de otros no podía influirme en mi ardua carrera y sólo la quimérica ilusión de mis logros podían calmar mi enaltecida energía.
Estaba llegando a mi esfuerzo final y a tal debía ser correspondido entrando sin llamar. Sabía que las horas, días, meses, años y milenios pasarían a ser dentro de mi mundo sin tiempo cual inmaterial forma de vida anterior a transformarse en algo tangible a costa de la sin sentida pérdida de mis masas compañeras de viaje que se habían detenido irremediablemente entre bastidores de causa y efecto sin sustancia. ¿Qué podía hacer salvo seguir y seguir hasta envolverme en la metamorfosis tan deseada?...Nada…
Y seguí y seguí hasta convertirme en rey absoluto de mi propio universo cambiante donde por fin, exultante pude reivindicar mi propio paraíso dentro del espacio-tiempo que jamás tuve. Lo había conseguido mientras se cerraba la única entrada posible, dejando sin remedio a la multitud acompañante de tan trágico trayecto.
Los alumbraba la luz de la luna llena y los envolvía el murmullo de las olas que languidecían en la fina arena de la playa desierta. Ella tenía quince años…él diecisiete.
La arena rebozaba su piel desnuda al igual que una escalopa a la milanesa.
.- ¿Cómo estás?
.- Bien.
.- ¿Te ha gustado?
.- Mucho.
.- ¡Mierda!!
.- ¿Qué te pasa?
.- Se nos ha roto el condón.
.- ¡Oh, no! ¿Habré quedado embarazada…?
2008
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste relato es antiguo. En su día lo dediqué a las adolescentes que formulan algunas peculiares preguntas en el YR.
ResponderEliminarLo recuerdo perfectamente este relato.Me gustó entonces y me gusta ahora.Gracias por recordármelo Pep.
ResponderEliminarEs un relato genial Pep!!! Solo espero que al final no lo aborten... con lo que le ha costado llegar al pobre... jeje
ResponderEliminarShemba
Genial,el relato,Pep,como siempre.
ResponderEliminarY supongo que el chavalín llegó a premio nobel como mínimo,¿eh?.Lo digo por el esfuerzo
jejejeje