Nadie cogió el teléfono, ni abrió la puerta, ni recogió las cartas del buzón.
Todos sabían lo que pasaba, pero nadie movía un dedo.
Nadia estaba en el hospital, después de la última paliza que le había dado, el ya su ex marido Alberto. Tenía cuatro costillas rotas, iba a perder un ojo y tenía todo el cuerpo lleno de golpes.
Su historia no variaba mucho de las muchas que acontecen en el mundo. Se había casado cuatro años antes profundamente enamorada. Los primeros años, la vida les sonrió.
Pero las cosas no habían ido bien, Alberto había perdido su empleo, robó, metió la mano en la caja. Y lo echaron, sin paro ni indemnización, ya que fue un despido procedente. Estaba a la espera de juicio.
Nadia había quedado embarazada, pronto tendría que dejar su empleo como dependienta que tenía desde hacía unos pocos meses. Cogería la baja maternal.
¿Pero cómo iban a llegar a final de mes? Poco iban a poder hacer con su sueldo de ochocientos euros. A todo no llegaban, hipoteca, gastos, comida, ropa y todo lo que tenían que comprar para el bebé.
La situación empezó a ser desesperada, Alberto se dio a la bebida, entonces empezaron los insultos y los malos tratos físicos.
Nadia aguantó como pudo la situación, callaba para no alarmar a su familia, ni su hermano ni sus padres sabían nada.
Cualquier cosa servía como detonante para que Alberto le diera una paliza. Era un sin vivir.
Ella acudió a los servicios sociales, éstos le dieron ayuda. Alberto se enteró, y fue cuando le dio la paliza de su vida.
Ahora ella, estaba postrada en la cama, a punto de perder al bebé, con una paliza tremebunda en el cuerpo y mucho, mucho miedo. En la puerta de su habitación había dos policías para vigilar que Alberto no pudiera venir a hacerle daño.
Se quedó dormida pensando que cuando despertara todo habría sido una pesadilla.
Despertó y allí estaba su madre, su padre y su hermano. Ella no entendía nada, como podían estar allí, si ella no les había dicho nada. Miró hacía otro lado, para intentar ocultar sus lágrimas.
Su madre se acercó, la besó en la frente y susurró: - ¿Por qué no lo has contado?
Ella no contestó.
Pasaron los días y Nadia se fue recuperando. El peor mazazo de su vida estaba a punto de llegar, Alberto se había suicidado, se había tirado desde la ventana del quinto piso donde vivían. En el fondo lo quería, sabía que no era justificable lo que hacía, pero a pesar de todo lo amaba.
Ahora con el paso de los años, con su hijo a su lado, y con su familia apoyándola todo aquello le parecía una pesadilla lejana.
Era feliz.
Escribimos relatos,poesias,comentamos temas recientes,noticias...lo que nos parezca,utilizando el idioma con el que nos sentimos más a gusto escribiendo. Estamos en contra de la censura y apoyamos la libertad de expresión. Esperamos que disfrutéis de vuestra visita.Gracias por leernos.
Comentarios al blog
Por parte de la intelligentsia (1) del blog, se comunica que los comentarios off-topic (fuera de tema), las faltas de respeto y los versos ripiosos serán eliminados por no atenerse a las normas de respeto de la comunidad.
La presidenta del rellano.
(1)intelligentsia o, en caracteres castellanos, inteliguentsia (del Latín intelligentia) es una clase social compuesta por personas involucradas en complejas actividades mentales y creativas orientadas al desarrollo y la diseminación de la cultura, incluyendo intelectuales y grupos sociales cercanos a ellos. El término ha sido tomado del ruso интеллигенция (transliterado como intellig(u)éntsiya), o bien del polaco. Los dos, a su vez, derivaron de la palabra francesa intelligence. Al comienzo, el término se aplicó en el contexto de Polonia, Rusia y más tarde, la Unión Soviética, y tuvo un significado más estrecho basado en la autodefinición de una cierta categoría de intelectuales.
sábado, 13 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Por desgracia es un hecho que pasa demasiado a menudo. Y además de la misa nos enteramos la mitad.
ResponderEliminarMuy emotivo.
Gracias por compartirlo.
Desgraciadamente,ese final feliz para Nadia no es el habitual.
ResponderEliminarGracias por dejarla vivir.
Real como la vida misma.Por desgracia cada día en el mundo hay muchas Nadias que ingresan en hospitales o que ,sencillamente se quedan encerradas en sus casas a la espera de otra paliza.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Qué triste realidad! cuántas mujeres estarán pasando por lo mismo...
ResponderEliminarMe alegro que Nadia al final fuera feliz, ojalá todas estas situaciones terminaran así.
Me he erizado de arriba a abajo. Que historial más desafortunadamente real. Me alegro que Nadia pidiera llegar a ser feliz.
ResponderEliminarShemba
Gracias niños y niñas. La realidad se impone.
ResponderEliminarGalaxia