Anochecía en la humilde casa de Rebeca. Su casa estaba a las afueras de Barcelona, en un barrio marginal, de los muchos que por allí habían, este era el peor. Tenía miedo siempre y todos los días al anochecer...ella no sabía por qué, tan solo le daban miedo los hombres que salían por el barrio a pasear, cuchicheaban entre sí mirando a todos los lados al tiempo que se saludaban con un efusivo apretón de manos.
Rebeca no asistía al colegio, tampoco salía de la casa, su padre se encargaba de todo. La enseñaba a leer y escribir, a preparar de una u otra forma la comida que le daban en el mercado cuando íba a descargar los camiones de alimentos para su venta.
Tenía una hermana de tan solo dos años, la cuidaba y alimentaba como mejor sabía. En su casa tenían lo justo y que les habían dado por caridad algunas buenas gentes de por allí.
En la ventana que daba al callejón había colocado un pequeño espantapájaros que su papá le trajo en una ocasión, regalo del hijo de la frutera para que espantara a los hombres malos del barrio. Un día su padre no regresó del trabajo, ella sabía contar las horas , minutos y los días que pasaban sin que su padre regresara.
Un pequeño televisor servía para que ella supiese todo lo que podía haber detrás de las viejas y rotas paredes de ladrillo que la separaban de ese otro mundo.
Ella no sabía de fechas, pero al día siguiente era Navidad, si.... su papá le había contado que en una ocasión cuando mamá aún la podía peinar , mamá había pedido un regalo para ese día. Al llegar ese día su mamá le mostró a Miriam, la hermanita que tanto deseaba y anhelaba, pero no le duró mucho su regalo porque un hombre al que papá había llamado para ver a mamá le dijo que había enfermado el mismo día que recibió a Miriam. Tres meses después Rebeca aprendió a peinarse sola.
Ausente y vacilante se acercó a la ventana, estaba oscuro , se escuchaba música y cantos, allí estaba Nico, inmóvil con su traje de saco , manos , pies, y pelo de paja cubierto con un pequeño sombrero triangular azul, sonriéndola con su enorme boca en forma de zigzag color fresa sobre la que descansaba una pequeña nariz triangular y roja de frío. Ella lo miró, miró y volvió a mirar , se acercó a su lado y le susurró un deseo de Navidad al oído. Pasó el tiempo , Rebeca cogió a Nico entre sus brazos , los dos se abrazaron a Miriam que dormía placidamente , y se elevaron al mundo de los sueños .
Pasó la noche tranquila, sin sobresaltos para ella , se sintió segura con Nico.
A media mañana, una vecina del barrio se acercó a casa de Rebeca, sabía que estaban solas las dos niñas y les llevó un poco de sopa y unos dulces típicos que la señora, ya anciana había recogido de la panadería más cercana , de esos que ya nadie quiere pero que a ellos les sabía a gloria.
Eran las cuatro de la tarde cuando la puerta de la casa se abrió inesperadamente apareciendo su padre que íba acompañado de otro hombre, lo ayudaba a caminar.
Mientras descargaba uno de los camiones, una caja a punto de romperse íba a caer encima de uno de los dueños del mercado, papá se interpuso evitando una tragedia mayor, a él solo le costó unos pocos de rasguños y dos días sin sentido.
En agradecimiento, a papá le habían dado trabajo y vivienda en una casa fuera de la zona como cuidador de la finca del dueño, el padre del niño que un año atrás le había regalado a Nico.
La Navidad no es un mueble, ni un muñeco, ni un coche..........la Navidad es algo más.....
Rebeca no asistía al colegio, tampoco salía de la casa, su padre se encargaba de todo. La enseñaba a leer y escribir, a preparar de una u otra forma la comida que le daban en el mercado cuando íba a descargar los camiones de alimentos para su venta.
Tenía una hermana de tan solo dos años, la cuidaba y alimentaba como mejor sabía. En su casa tenían lo justo y que les habían dado por caridad algunas buenas gentes de por allí.
En la ventana que daba al callejón había colocado un pequeño espantapájaros que su papá le trajo en una ocasión, regalo del hijo de la frutera para que espantara a los hombres malos del barrio. Un día su padre no regresó del trabajo, ella sabía contar las horas , minutos y los días que pasaban sin que su padre regresara.
Un pequeño televisor servía para que ella supiese todo lo que podía haber detrás de las viejas y rotas paredes de ladrillo que la separaban de ese otro mundo.
Ella no sabía de fechas, pero al día siguiente era Navidad, si.... su papá le había contado que en una ocasión cuando mamá aún la podía peinar , mamá había pedido un regalo para ese día. Al llegar ese día su mamá le mostró a Miriam, la hermanita que tanto deseaba y anhelaba, pero no le duró mucho su regalo porque un hombre al que papá había llamado para ver a mamá le dijo que había enfermado el mismo día que recibió a Miriam. Tres meses después Rebeca aprendió a peinarse sola.
Ausente y vacilante se acercó a la ventana, estaba oscuro , se escuchaba música y cantos, allí estaba Nico, inmóvil con su traje de saco , manos , pies, y pelo de paja cubierto con un pequeño sombrero triangular azul, sonriéndola con su enorme boca en forma de zigzag color fresa sobre la que descansaba una pequeña nariz triangular y roja de frío. Ella lo miró, miró y volvió a mirar , se acercó a su lado y le susurró un deseo de Navidad al oído. Pasó el tiempo , Rebeca cogió a Nico entre sus brazos , los dos se abrazaron a Miriam que dormía placidamente , y se elevaron al mundo de los sueños .
Pasó la noche tranquila, sin sobresaltos para ella , se sintió segura con Nico.
A media mañana, una vecina del barrio se acercó a casa de Rebeca, sabía que estaban solas las dos niñas y les llevó un poco de sopa y unos dulces típicos que la señora, ya anciana había recogido de la panadería más cercana , de esos que ya nadie quiere pero que a ellos les sabía a gloria.
Eran las cuatro de la tarde cuando la puerta de la casa se abrió inesperadamente apareciendo su padre que íba acompañado de otro hombre, lo ayudaba a caminar.
Mientras descargaba uno de los camiones, una caja a punto de romperse íba a caer encima de uno de los dueños del mercado, papá se interpuso evitando una tragedia mayor, a él solo le costó unos pocos de rasguños y dos días sin sentido.
En agradecimiento, a papá le habían dado trabajo y vivienda en una casa fuera de la zona como cuidador de la finca del dueño, el padre del niño que un año atrás le había regalado a Nico.
La Navidad no es un mueble, ni un muñeco, ni un coche..........la Navidad es algo más.....
OOOleeeeeeee
ResponderEliminarPrimer cuento de Navidad.
Encantador,de verdad.
Muy bonito Bru...muy tierno.Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMiedo me da publicar el mio mañana después de este...jejejeje.
Ohhhh, que final más bonito.No cabe duda que la estrella de la navidad alumbró sus vidas.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, mi Brujilla.
Bonito y tierno, si señor. Un relato muy entrañable. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminaraHHH...Bueno, gracias...me acabo de dar cuenta que no puse foto.... snifffff!..
ResponderEliminarCreo que aún estás a tiempo de poner foto si quieres. Basta con volver a entrar con tu nombre y pinchar en "editar". Luego puedes hacer los ajustes que quieras.
ResponderEliminarHolaaaaa!! Confirmo comentario de Pep, Bruixeta. Pinchando en el mismo lápiz de aquí o en Editar, dentro de Escritorio/Entradas, puedes hacer todas las correcciones que desees.
ResponderEliminarBueno, como ayer aún tocaba terrorífico y con el espantapájaros, yo me esperaba algo tremebundo, así que me ha sorprendido mucho el desenlace.
Un estupendo estilo Bru, muy vívido. Y ¡joooope!!, está en la línea de Dickens, hija.
hOLA Mi Teniente...Charles Dickens me gusta..su estilo y los temas que trata..de su época y reales como la vida misma.
ResponderEliminarLa foto, pensaba que saldrían en diferente posición..mi intención.. era poner las dos..si..pero una arriba y otra abajo...bueno..ya iré aprendiendo cosas.
Así debería ser siempre, que las historias terminen bien, ya sea Navidad o estemos en julio.
ResponderEliminarBesitos!