MUÑECA DE TRAPO
1971
En Punta de Europa apuntaba el día soleado y frío. El mar ,plano y calmado, daba una sensación de equilibrio ,paz y tranquilidad. Los señores Nevalinen, cogidos de la mano, admiraban el paisaje. El día era tan claro que se podía ver la bahía de Algeciras y en el horizonte se percataban las montañas de Rif.
Al lado del campo de juego se levantaban unos edificios. Se dirigieron al más alto para tener el primer encuentro con Julia, la niña que sería su hija una vez aprobado el proceso de adopción.
1973
Las sombras de las últimas horas de la tarde se extendían en la linde del bosque. Los altos pinos aparecían vívidamente lujuriantes. El sol, oculto detrás de unos negros nubarrones, rayaba el cielo con unas sombras bellamente frías de colores malvas y rosados. Un cielo invernal junto un pueblo invernal del norte de Suecia.
Desde que Julia llegó a casa con 18 meses, sus padres adoptivos sabían que no sería una niña normal. Sus enormes ojos color miel escondían una profunda tristeza y le costó mucho adaptarse. Siempre movía los dedos de forma repetitiva, no aceptaba abrazos y le costaba mucho mirar a la cara cuando le hablaban. Tenía obsesión por los objetos y mostraba un total desinterés en las relaciones sociales con los demás.
1975
Julia fue creciendo. Nunca jugaba o cantaba y cuando los demás niños se burlaban de ella en el vecindario, corría a esconderse sin separarse de su muñeca de trapo . La sostenía muy fuerte y se balanceaba sin parar hasta que poco a poco el balanceo se iba calmando y paraba, mostrándose más tranquila. Alguna vez hasta se había autolesionado golpeándose la cabeza contra la pared. Era un comportamiento restringido y repetitivo pero sus padres la sabían llevar muy bien .Nunca soltaba ni una sola palabra.
Este año cumplía 5 años y el día de su cumpleaños sus padres la llevaron de excursión a los lagos. Un paisaje formidable que difícilmente podría olvidar. Pasaron el día paseando y a los padres hasta les pareció una niña normal. Hasta que de pronto, empezó a llorar y a gritar descontroladamente. Decidieron volver.
Julia estuvo todo el camino de vuelta mirando el paisaje. Anduvo de ventana en ventana observando los bosques, mirando la carretera que la llevaría de regreso a su casa. Al llegar al pueblo oyó el monótono y familiar zumbido de la campana de la iglesia. Ya estaba en casa, volvía la normalidad y con ella, la seguridad de saber dónde se encontraba. Al entrar a casa cogió fuertemente su muñeca de trapo y se fue a su rincón favorito, sentándose en el suelo como de costumbre y volviéndose a balancear hasta que escuchó una tenue música que su madre le ponía cada día . Entonces se calmaba, medio sonreía y con la mirada perdida poco a poco cesaba su constante movimiento hasta llegar a pararse.
Las nubes oscurecieron la casa; empezó a soplar el viento emitiendo un quejumbroso ruido a través de la chimenea encendida . Julia se acostó justo después de la lectura que sus padres le regalaban cada noche como señal del amor. Ella parecía que nunca sabría corresponder con palabras, pero sí con gestos y ruidos que sus padres entenderían muy bien.
El domingo se despertó claro y soleado, como pocas veces solía suceder en el mes de Enero.
Julia bajó las escaleras de casa de dos en dos con su muñeca en la mano derecha. Oyó un ruido que provenía del comedor y fue sigilosamente a observar que podría ser.
En un rincón cercano al sofá vio algo que se movía. Por unos instantes se asustó y retrocedió unos pasos hasta la puerta de vidrio de la entrada, pero cuando vio a un perrito dorado de diferentes tonalidades y cola movediza que se le acercaba, dejó caer su muñeca de trapo para acariciarlo.
_ Es para ti Julia – le dijo su madre que se la contemplaba desde la puerta.-espero que lo cuides muy bien, ya que a partir de ahora va a ser tu compañero de aventuras.
Pasaron los días y Julia no se separaba ni un momento de su mascota. Lo sacaba a pasear, le daba la comida, le cambiaba el agua y jugaba con él.
El día 15 de Setiembre de 1975 fue un gran día para los padres de Julia. Sentados en la mesa para comer, Julia le daba trocitos de pollo a München (así es como bautizaron al perro) cuando de repente soltó su primera palabra:
_ Mamá
A partir de aquel día Julia empezó a hablar, a comunicarse con los demás y a tener amigos de su edad. Un año más tarde empezó el colegio con normalidad.
Aquel perro la ayudó a despertarse.
Los trastornos del espectro autista (TEA) son un grupo de discapacidades del desarrollo provocadas por una anomalía en el cerebro. Las personas con TEA tienden a tener problemas sociales y de comunicación. También son propensas a ciertas conductas repetitivas y no quieren cambios en sus actividades diarias. Además, muchas personas con TEA aprenden, prestan atención y reaccionan ante diferentes sensaciones de manera inusual. Los TEA comienzan en la infancia y perduran durante toda la vida de una persona (Barbara Doyle)
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ResponderEliminarEn su día ya dije lo que pensaba de este relato.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.