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La presidenta del rellano.

(1)intelligentsia o, en caracteres castellanos, inteliguentsia (del Latín intelligentia) es una clase social compuesta por personas involucradas en complejas actividades mentales y creativas orientadas al desarrollo y la diseminación de la cultura, incluyendo intelectuales y grupos sociales cercanos a ellos. El término ha sido tomado del ruso интеллигенция (transliterado como intellig(u)éntsiya), o bien del polaco. Los dos, a su vez, derivaron de la palabra francesa intelligence. Al comienzo, el término se aplicó en el contexto de Polonia, Rusia y más tarde, la Unión Soviética, y tuvo un significado más estrecho basado en la autodefinición de una cierta categoría de intelectuales.

lunes, 15 de marzo de 2010

INSOMNIO


INSOMNIO

Hoy he vuelto a tener pesadillas en mis escasas horas de sueño.
Me paso las noches en vela desde hace bastantes meses, y a pesar de haber acudido al médico y de tomarme esas pastillas que me recetó, sigo con este insomnio que me atormenta y me deprime. De día no coordino bien debido al cansancio y cuando por fin llega la hora del tan ansiado reposo, no consigo cerrar los ojos y pasan ante mí imágenes que me aterran hasta el punto de creer que me estoy volviendo loco. Sin embargo no llego a entender el motivo por el cual me pasa eso.

Como casi cada día me levanto mucho antes de la salida del sol. Estoy muy cansado y ni siquiera me apetece afeitarme. De hecho, hace días que no lo hago y mi incipiente barba empieza a darme un aspecto de dejadez parecida a la de cualquier pordiosero de los que duermen en la calle. Lo sé porqué a tren de alba me he visto reflejado en el rostro de alguno de ellos que duermen en los rellanos de escaleras o en algún cajero automático envueltos en cartones y periódicos viejos, como el que me encontré ayer a las 4 de la madrugada en una de las muchas oficinas a las que acudo a esa hora para sacar el dinero necesario para pasar el día. No me gusta llevar encima demasiado en metálico por temor a que me asalten. A esas horas hay mucho delincuente suelto. Bandas de jóvenes “skin”, agresivos invaden las calles y a medida que pasa el tiempo la cosa empeora. Pasear se ha transformado en una auténtica aventura, pues a ello se le ha sumado gran cantidad de “yonkis” en busca de dinero para comprar su ración diaria. Inmigrantes sin sueldo en busca de algo que llevarse a la boca o simples ladrones que utilizan la violencia para sufragar sus gastos sin tener que trabajar. Una verdadera odisea circular por mi barrio a no ser que te confundas con ellos con un pasamontañas y armado con un cuchillo de amenazantes proporciones.

La misma rutina de siempre. Levantarme, vestirme, salir de casa con mis ojeras y mi viejo abrigo a esperar que el aire fresco me devuelva mi aspecto humano. Todo ello en vano, por supuesto. Sigo por las calles como alma en pena y a pesar de mi temor, insisto en ello día tras día intentando alcanzar una meta a la cual nunca llego. A pesar de mi cansancio, cada vez voy más lejos convencido de que cuando llegue la noche y después de mi horario laboral podré por fin descansar adecuadamente. Cada día lo mismo y todo resulta inútil…

El cajero automático no está vacío, casi como de costumbre. Abro la puerta y el hedor que desprende el adormecido bulto que yace en el suelo se me hace insoportable. Intento despertarle tocándole con la punta del pie y recibo un gruñido como respuesta. El apestoso indigente me obsequia con una burlona sonrisa, enseñándome sus podridos dientes y oliendo a vino barato. Al final desisto. Ya sacaré dinero mañana. Por hoy no lo necesito.

Sigo con mi paseo matutino y ahora me obstruye el paso una vieja prostituta salida de repente de un angosto callejón. Sus indecentes propuestas me asquean al igual que sus dientes manchados de carmín. Por un momento se me aparece la nauseabunda imagen del indigente del cajero y me deshago de ella sin ningún miramiento con repugnancia. ¡Mierda de sociedad….!

A las 6 de la mañana por fin encuentro una cafetería abierta. Busco en el interior del bolsillo de mi raído abrigo y encuentro la suficiente cantidad de dinero para un pequeño desayuno. No voy a pedir café. Sólo me faltaría añadir cafeína a mi organismo para que contribuyera a mi persistente insomnio. Una infusión y un bollo tienen que ser suficientes para la jornada laboral que pronto va a empezar. Mi falta de apetito hace que ni siquiera pueda terminarme tan austera comida. Pago en metálico y me dirijo a la fábrica.

La jornada laboral ha sido larga y pesada. Cuando recupero mi abrigo de la taquilla me siento agotado. Si sigo así me van a despedir. No me concentro y eso repercute en mi trabajo. Como casi cada día me convenzo de que una buena comida y una posterior siesta harán que me recupere, pero estoy equivocado. Cuando llego a casa me preparo una comida ligera que nunca termino y luego me siento en el sillón con la “tele” puesta para que me venga el sueño reparador. Me sobresalto y compruebo con cierta satisfacción que efectivamente he quedado adormilado por espacio de una media hora. No es que me sienta mejor, pero algo es algo. La “tele” nunca falla.

Debería hacer algo más de ejercicio de cara a la noche, pero me veo incapaz. Quizá sería conveniente volver a salir a pasear de nuevo. Observo con disgusto mi desgastado y viejo abrigo y me pregunto cual podría ser el motivo de que quiera seguir conservándolo y no me viene ninguno en mente. Raído y algo manchado ya va siendo hora de que lo jubile. Decidido, lo meto en una bolsa de basura, me pongo un grueso jersey de lana y salgo de casa con la firme determinación de sustituirlo por otra prenda. Cuando llego a la calle, tiro la bolsa que contiene mi ancestral prensa de invierno en un contenedor de basura y me dirijo a una tienda de deportes. Escojo un discreto pero holgado y cómodo anorak que está de rebajas. Pago con tarjeta de crédito y regreso a casa satisfecho de mi decisión.

Las horas han vuelto a pasar despacio, limpiando la casa, poniendo una lavadora y haciendo otras tareas domésticas hasta llegar a la cena. Como de costumbre no tengo hambre y tan sólo me contento con una sopa de sobre que me termino a duras penas. Vuelta a mirar la “tele” con la falsa esperanza de que me vuelva a quedar dormido. Están dando las noticias y como de costumbre son malas. La crisis, la guerra de Afganistán, un terremoto en Chile, los malditos políticos que no se ponen de acuerdo y el asesinato ocurrido esta madrugada de una prostituta y un indigente en un cajero automático. Los dos han sido degollados al parecer con un cuchillo de grandes dimensiones a manos de un individuo que ha sido filmado por la cámara de seguridad del cajero y que según parece llevaba un pasamontañas e iba vestido con un viejo abrigo.
¡Mierda de sociedad…!

Pep Trempat

7 comentarios:

  1. ¡Uy, qué fallo!
    Has olvidado las manchas de sangre del abrigo. Los del CSI te pillarán por el ADN.

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  2. Guaaaaaaaau que relato más chulo Pep.Final fulminante y muy bien buscado.Nunca dejarás de sorprenderme.UN DEU COMPANY!

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  3. Vaya, vaya... un caso digno de un detenido estudio Pep. Excelente!!

    Shembala

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  4. Opresivo, desesperanzador, oscuro... me ha gustado.
    Eres bueeeno abogadoooo...
    Saludos.

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  5. Gracias a todos.
    Dr...¿De donde has sacado que yo tenga algo de abogado? Si yo antes era un "tuercas"...

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  6. Me ha gustado muchísimo. Ya tenía yo ganas de volver a leer algo tuyo.
    Petonets.
    Roser (novembre).

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  7. Joé... y dale con no dormir...
    ¡Mierda de sociedad! dice el tío...
    Muy bueno Pep. Escribes francamente bien.
    Si vieras a Cruz y Raya o a José Mota sabrías de qué va lo de "abogadooo....." jajaja...

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