UN MARTES CUALQUIERA
Era martes y estaba contento. La reunión se había aplazado y por primera vez en meses, podía regresar a su casa mucho más temprano de lo normal.
Hacía poco que compartía su vida con Clara y deseaba estar con ella. Desde su vuelta del viaje de bodas, sus vidas privadas habían sido invadidas por el exceso de trabajo y ahora era una oportunidad espléndida para satisfacer sus necesidades sexuales y recuperar el tiempo perdido.
Llegó a su hogar con una única obsesión y sin reparar en el silencio sepulcral que reinaba dentro de la casa. Decididamente abrió la puerta de la habitación conyugal y sus ojos se postraron en el desnudo cuerpo de su joven esposa que yacía sudoroso en la cama. A pesar de que era ya tarde para seguir durmiendo, pensó que hacía calor y soportar el verano en la cama resultaba mucho más cómodo que hacerlo con las tareas domésticas. No había nada malo en ello, puesto que el orden y la limpieza eran obvios y por lo tanto era inexistente cualquier motivo de reproche.
Clara parecía profundamente dormida y la visión de su bien contorneada anatomía no hizo más que aumentar sus libidinosos deseos. Sin mediar palabra, se agachó excitado situándotese frente al húmedo sexo de su radiante esposa y empezó a deleitarse con el sabor de su clítoris para pasar después su lengua por los contornos de los labios inferiores y descendiendo despacio hasta introducirse en su vagina. En aquel mismo instante y a pesar de no extrañarse del excesivo flujo vaginal que invadía su boca, pudo oír perfectamente la risa apagada provinente del armario y aquel sabor tan diferente del que estaba acostumbrado.
Era martes y estaba contento. La reunión se había aplazado y por primera vez en meses, podía regresar a su casa mucho más temprano de lo normal.
Hacía poco que compartía su vida con Clara y deseaba estar con ella. Desde su vuelta del viaje de bodas, sus vidas privadas habían sido invadidas por el exceso de trabajo y ahora era una oportunidad espléndida para satisfacer sus necesidades sexuales y recuperar el tiempo perdido.
Llegó a su hogar con una única obsesión y sin reparar en el silencio sepulcral que reinaba dentro de la casa. Decididamente abrió la puerta de la habitación conyugal y sus ojos se postraron en el desnudo cuerpo de su joven esposa que yacía sudoroso en la cama. A pesar de que era ya tarde para seguir durmiendo, pensó que hacía calor y soportar el verano en la cama resultaba mucho más cómodo que hacerlo con las tareas domésticas. No había nada malo en ello, puesto que el orden y la limpieza eran obvios y por lo tanto era inexistente cualquier motivo de reproche.
Clara parecía profundamente dormida y la visión de su bien contorneada anatomía no hizo más que aumentar sus libidinosos deseos. Sin mediar palabra, se agachó excitado situándotese frente al húmedo sexo de su radiante esposa y empezó a deleitarse con el sabor de su clítoris para pasar después su lengua por los contornos de los labios inferiores y descendiendo despacio hasta introducirse en su vagina. En aquel mismo instante y a pesar de no extrañarse del excesivo flujo vaginal que invadía su boca, pudo oír perfectamente la risa apagada provinente del armario y aquel sabor tan diferente del que estaba acostumbrado.
Dedicado a mis fans de la típica pregunta de los martes.
ResponderEliminarEs lo que tiene llegar a casa sin avisar. Los hay que no aprenderán nunca.
ResponderEliminarJejejejeje estoy segura que no le importó encontrar un sabor diferente.
ResponderEliminarMarrano ;-)
SOCJO
Puaj!
ResponderEliminarPe pe pero que ascOooOOOo!!
Aix! ya mas dao la madalena que me estaba comiendo con tanto gusto.Jó!
Jajaja...solo espero que no fuera su suegra ...jooojoojooo
ResponderEliminarHay que reconocerle sentido del humor al tipo del armario, mira que reirse en tan violenta situación...
ResponderEliminar¿A qué sabe la queratina?
Explicación:
ResponderEliminarMe refiero al sabor de la queratina, que no estaba, sin duda, en esa íntima zona que el innominado estaba degustando con fruición hasta el preciso momento en el que percibe un sonido extraño e incoherente con la situación general, en el interior del armario.
Porque el otro sabor, el de la crema de calabacín ¿era eso, no?, va asociado a aquel.
"Y en aquel preciso instante pensó que le iría bien un poco de pimienta negra, porque blanca resultaría redundante..."
Más "martesco"imposible
ResponderEliminarJijijijiji
Jajaja... yo ya he dicho lo que me ha inspirado tu relato, Pep, en "Huída por el callejón".
ResponderEliminarEres especialista en finales sorprendentes...
Un petó.