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La presidenta del rellano.
(1)intelligentsia o, en caracteres castellanos, inteliguentsia (del Latín intelligentia) es una clase social compuesta por personas involucradas en complejas actividades mentales y creativas orientadas al desarrollo y la diseminación de la cultura, incluyendo intelectuales y grupos sociales cercanos a ellos. El término ha sido tomado del ruso интеллигенция (transliterado como intellig(u)éntsiya), o bien del polaco. Los dos, a su vez, derivaron de la palabra francesa intelligence. Al comienzo, el término se aplicó en el contexto de Polonia, Rusia y más tarde, la Unión Soviética, y tuvo un significado más estrecho basado en la autodefinición de una cierta categoría de intelectuales.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
¿TE CONOZCO? 3ª Parte
Sentado en el sillón, con aquella apariencia triste parecía que los años hubieran pasado más rápido, estaba más viejo. La penumbra de la habitación acentuaba sus marcadas arrugas sobre un rostro cada día más gris.
Estaba tan preocupado. Su compañero, su amigo, su hermano había contraído una grave enfermedad y él sentía que moría por dentro al no poder hacer nada para ayudarlo. Cuando pensaba que aquel hombre dejaría a sus cuatro hijos y a su recién nacida nieta con el dolor de no poder disfrutar cada momento junto a él, se le partía el alma.
Donjuan miró a su amante, tan joven y bonita. Con tanta vida por delante. Se preguntaba por qué decidió, una mujer como ella, estar con él. Se planteó pedirle algo que sabía que no le iba a gustar, pero era por su amigo y por él haría cualquier cosa.
-Marta. ¿Tú marido sigue trabajando en la Clínica?- Marta lo miró sorprendida. Hacía meses que había acabado su relación y jamás había hablado sobre este tema con su actual pareja. -Marta, ¿Crees que tu ex podría hacer algo para ayudarme?
Teoría de los cinco grados de separación. ¿Recuerdas?
To be continued.
martes, 22 de diciembre de 2009
Y llegó el día
Y para colmo de males, este año es el que más lotería llevo y no me va a tocar ni la pedrea. ¡Ains! Si ya lo decía mi abuela: jugar por necesidad, perder por obligación.
Llevo toda la mañana escuchando el sorteo por la radio y oyendo cómo van saliendo unos premios tras otros y ninguno de ellos está entre los que llevo. Con lo bien que me vendría el dinerillo para amueblar el piso.
Creo haber llegado a la conclusión de que, todos los que jugamos, somos masoquistas. Bueno, excepto a aquellos a los que les toca. Esos son los que hacen que te hagan preguntarte: ¿y por qué a mí no?.
En fin, otro año más en que decimos que al menos tenemos salud (aunque después de lo que he pasado este año no sé yo hasta qué punto) y en que nuestros sueños de "tapar agujeros" se vienen abajo. Veremos el próximo año si podemos ser los que nos llevemos aunque sea un pellizquito.
P.D. Mientras escribía ha salido el gordo y NADA DE NADA. Bueno, al menos en un décimo que jugaba a medias con mi madre tengo la terminación.
martes, 15 de diciembre de 2009
Estoy cansado de escribir
He buscado motivos falsos para olvidarte,
para odiarte, para distanciarme y liberarme de ti.
Pero en todo este tiempo no lo he conseguido,
es más, he visto que no se hacerlo,
ya que aún me estremezco en mi interior
al recordar tu voz,
y tiemblo como las hojas en otoño
de emoción al recordarte.
Ahora se que no puedo, que me es imposible olvidarte
y menos odiarte y liberarme de ti.
Se que andaré infeliz por mo tenerte,
pero nadie me quitará mi felicidad por amarte.
Si, es contradictorio, infeliz y feliz,
pero no soy perfecto,
se de mis defectos y pocas virtudes.
Pero lo que si se,
es que soy feliz por amarte,
aún no teniéndote.
Pero estoy cansado de escribir,
aun feliz con tu recuerdo no puedo seguir,
se me acaban las palabras,
las energías y esperanzas,
se me evaporan como el agua de los charcos,
de una tormenta de verano.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Et recordo
martes, 8 de diciembre de 2009
Un martes cualquiera
Era martes y estaba contento. La reunión se había aplazado y por primera vez en meses, podía regresar a su casa mucho más temprano de lo normal.
Hacía poco que compartía su vida con Clara y deseaba estar con ella. Desde su vuelta del viaje de bodas, sus vidas privadas habían sido invadidas por el exceso de trabajo y ahora era una oportunidad espléndida para satisfacer sus necesidades sexuales y recuperar el tiempo perdido.
Llegó a su hogar con una única obsesión y sin reparar en el silencio sepulcral que reinaba dentro de la casa. Decididamente abrió la puerta de la habitación conyugal y sus ojos se postraron en el desnudo cuerpo de su joven esposa que yacía sudoroso en la cama. A pesar de que era ya tarde para seguir durmiendo, pensó que hacía calor y soportar el verano en la cama resultaba mucho más cómodo que hacerlo con las tareas domésticas. No había nada malo en ello, puesto que el orden y la limpieza eran obvios y por lo tanto era inexistente cualquier motivo de reproche.
Clara parecía profundamente dormida y la visión de su bien contorneada anatomía no hizo más que aumentar sus libidinosos deseos. Sin mediar palabra, se agachó excitado situándotese frente al húmedo sexo de su radiante esposa y empezó a deleitarse con el sabor de su clítoris para pasar después su lengua por los contornos de los labios inferiores y descendiendo despacio hasta introducirse en su vagina. En aquel mismo instante y a pesar de no extrañarse del excesivo flujo vaginal que invadía su boca, pudo oír perfectamente la risa apagada provinente del armario y aquel sabor tan diferente del que estaba acostumbrado.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Por si acaso.
Tenía pensado en enterrarlo en el jardín de su casa, pero me daba pereza abrir un hoyo…en fin, que empecé a pensar que podía hacer, mientras me miraba al colega, esparramado por el suelo mientras la sangre aún le salía por los dos orificios del cuello.
Me fijé que aún daba muestras de vida, me miraba, su cuerpo hacía pequeñas convulsiones. Total, cogí una silla vieja que tenia y le di de golpes en la cabeza hasta que se quedo quieto y cerró los ojos. Que tampoco era cuestión de que me amargase la existencia y me entrase un sentimiento de culpabilidad con su mirada.
Mientras pensaba en que podía hacer con él, me hice un café y mientras me lo tomaba miraba por las ventanas de su pequeña casa, sucia, dejada, llena de pelos de perros. Los perros. Ya tenía la solución.
Cogí como pude el cuerpo y lo arrastré hacia la cocina. Le extendí los brazos y las piernas. Busqué entre sus utensilios de cocina y encontré una pequeña hacha de estas de cocina para descuartizar pollos. Sin duda aquello iría como anillo al dedo.
Esperé unas horas a que acabase de desangrar y que se enfriara el cuerpo, no quería quedar lleno de salpicaduras de sangre.
Aproveche ese rato para limpiar toda la sangre que estaba encharcada por todo el pequeño salón. Aproveché para echar al fuego los trozos de silla esparcidos por la sala.
Cuando acabé de limpiarlo todo, me hice otro café, me fumé un cigarrito y me puse manos a la obra.
De la cocina cogí bolsas de basura para ir poniendo los trozos descuartizados en su interior y a la que tuve tres bolsas allí abiertas, empecé la tarea más difícil.
Empecé con los pies, que los corté a la altura del tobillo y los partí por la mitad, después las piernas, de las cuales hacía trozos no muy grandes, eso si, la rodilla fue un trabajo arduo, en el que tuve que usar un cuchillo jamonero ya que los tendones me costaban mucho cortarlos a hachazos. Todo eso lo puse en una de las bolsas.
Después empecé con las manos, los brazos, la cabeza, la cual tuve que hacer varios trozos. Allí la cosa se complico con la sesera, toda esparcida por el suelo, ¡que asco!.
Puse la cabeza y los brazos en otra bolsa y seguí.
Con el resto del cuerpo hice trozos desiguales pero no muy grandes y los puse todos en otra bolsa.
Cuando lo tuve todo cortadito, puse agua en una olla grande que tenía y cuando empezó a hervir, fui poniendo trozos de su cuerpo y arroz, para hervirlo todo junto. Barrí el suelo de restos de carne, piel y cerebro y lo añadí a la olla.
La primera olla se la dí directamente a los perros que tenía encerrados en un cercado en la parte posterior de su casa. Tenía al menos doce perros de diferentes razas y variedades.
Desde luego que los pobres animales tenían hambre, en poco más de quince minutos se lo habían comido todo, hasta los huesos se comieron.
En total tuve que hacer seis hervidas más, las cuales tuve que guardar tres para el día siguiente ya que los perros se habían hastiado de tanto comer arroz con amo.
Hacían un partido del Barça-Madrid por la tele, no me lo quería perder, por lo que me preparé algo de cena, comí, bebí un par de cervecitas y cuando acabó el partido me acosté, al día siguiente aún tenía trabajo que hacer. Dormí feliz, con el trabajo echo y con el resultado del partido, 2 a 6 a favor del Futbol Club Barcelona. Me levanté temprano y me puse manos a la obra.
Les dí de comer otra vez a los perros, pero esta vez no comieron tanto. Pensé que sacarlos de la jaula para que corrieran por el trozo sería una buena manera de hacerles entrar el hambre.
Después de toda la mañana corriendo por allí les volví a poner otra hervida, ya solo me quedaba una.
Pero de comer poco, estaban hartos de tanto arroz con amo.
Como no tenía prisa, pensé que lo mejor sería no darles de comer hasta el día siguiente.
Con penas y trabajo me costó encerrarlos otra vez en su jaula, pero después de perseguir al Fox Terrier, perro nervioso donde los hay y encerrarlos a todos, me decidí tumbar un rato. Recuerdo que miré la televisión un rato y me desperté al día siguiente al despuntar el día.
No tardé ni diez minutos en darles el resto de comida a los canes, se lo puse en sus comederos y observé como se lo comían todos y todo, sin dejar rastro, lamiendo los comederos como si hiciera semanas que no ingerían nada.
En eso que me di cuenta que uno de los perros, un precioso Setter irlandés, con un trozo de carne colgando en la comisura de sus labios, me miraba fijamente. Me miraba fijamente, mientras mordía aquel trozo de carne humano y me pareció por un momento, solo por un momento, ver los ojos de su amo a través de los suyos, miré hacia otro lado y ví que el nervioso Terrier que me miraba con la misma mirada.
No lo dudé ni un segundo. Por si acaso, tenía que salir de allí echando leches. Por si acaso.