FUMARSE UN PORRO A LOS 60 AÑOS
Tengo la costumbre de
reunirme cada cierto tiempo con unos amigos, con la única intención de
hacernos unas risas sanas mientras cenamos. Una manera como otra de escapar de
la rutina y así hacer un pequeño paréntesis en nuestras vidas cotidianas. Al
principio, después de la cena siempre tomábamos alguna copa de más, lo que
incrementaba las risas sin más consecuencias. Sin embargo, con el pasar de los
años, esas copas de más suelen pasar factura al día siguiente, con la consabida
resaca, ardor de estómago y una falta de concentración que dura hasta la hora
de acostarnos. No es de extrañar, ya que los cuatro componentes hemos llegado a
cierta edad y según que excesos, aunque sean con moderación, ya no son acorde con
nuestros ya ajados cuerpos. Seguramente debido a eso, alguien del grupo propuso
que en la próxima cena, en vez de terminarla con una copa, lo hiciéramos con un
porro, puesto que al menos eso no afecta al hígado ni al estómago y causa la
risa tonta que en definitiva es lo que queremos.
De todos es sabido de los
beneficios de la marihuana bien administrada, que aunque no sea legal, se puede
comprar con cierta facilidad y de una calidad excelente según dicen sus
consumidores, que son muchos por cierto.
Todo sea dicho de paso, yo
había fumado mucho de eso en mi juventud, pero al casarme y adquirir
responsabilidades, lo dejé para siempre al igual que otro de los componentes
del grupo. Los dos miembros restantes sin embargo, jamás la habían probado.
Dicho y hecho. Después de
nuestro último encuentro y de la pertinente cena, una vez en la calle mi amigo
se sacó un porro del bolsillo, lo encendió y procedió al ritual de pasármelo a
mí y al resto de mis compañeros. Como uno de ellos no ha fumado en su vida, le
insistimos en que tenía que hacer el esfuerzo de tragarse el humo, o de lo
contrario no le haría ningún efecto. Eso ya fue el principio del desastre. Al
pobre le entraron unos estertores que por poco devuelve la cena. Una vez pasado
el ataque de tos, y ya un poco a tono con las circunstancias, decidimos irnos a
tomar la copa igualmente mientras nos la jugábamos al dominó. Lo que
ignorábamos es que el responsable de todo aquello, en realidad había traído dos
porros, pero ante la negativa generalizada optó por meterlo en el bolsillo de
la camisa del compañero que por poco se nos muere de un infarto pulmonar, para
que lo volviese a intentar cuando le viniera en gana.
Tengo que decir que fui yo el
encargado de llevar el coche y ya me frustré nada más llegar a un parking
público y comprobar que había perdido totalmente la capacidad de maniobra. Al
final dejé el coche ocupando dos plazas y medio atravesado.
La cuestión es que fuimos
directos a un bar que ya frecuentamos a menudo, pedimos sendas copas y
empezamos a jugar al dominó. Jamás había visto las fichas caer al suelo tantas
veces.
Cuando dimos por terminada la
juerga, les llevé de regreso a sus respectivos coches para que volvieran a sus
casas y naturalmente yo a la mía. Por suerte cuando llegué mi esposa dormía plácidamente, así
que sin hacer ruido me metí en la cama y quedé dormido en el acto.
A la mañana siguiente, a eso
de las 8 sonó mi teléfono y comprobé extrañado que quién me llamaba a tan
intempestiva hora, era nada más y nada menos que mi compañero que la noche
anterior por poco saca los bronquios por la boca.
Lo primero que me dijo, fue
que creía que no era bueno para su salud esos encuentros, ya que luego siempre se encontraba mal y considerando que en el fondo no somos tan
amigos, se planteaba si volver a salir con nosotros.
Como vive en un pueblo
cercano, nada más abandonar la ciudad la policía le hizo un control de
alcoholemia que según sus palabras pasó de milagro. Luego le pidieron la
documentación que siempre lleva en el mismo sitio y que tardó unos 20 minutos
en encontrar. Ya de regreso a su casa, se pasó de pueblo y no se dio cuenta
hasta llegar al pueblo siguiente. Dio la vuelta y por fin llegó. Como vive en
un suntuoso chalet de una gran urbanización, cuando sale siempre deja la alarma
conectada, pero aquel día se olvidó de desconectarla antes de entrar y despertó
a todo el vecindario. Con las prisas para desconectarla, subió los 3 peldaños
de la escalera para llegar lo más rápido posible, pero tropezó y se cayó al
suelo haciéndose una pequeña herida en la rodilla y en la rabadilla. Una vez
hubo entrado en su hogar jadeando como un perro en celo, vio con estupor a su
esposa llamando asustada a la policía por culpa de la alarma. Quiso explicarle
lo sucedido pero era ya demasiado tarde. La policía estaba al llegar. Debido a
todas esas circunstancias, le entraron unos sofocos terribles y procedió a
quitarse la camisa sudada. Fue entonces cuando del bolsillo cayó el porro
sobrante que le obsequió el otro compañero, pero con tan mala suerte que fue a
parar justo delante de los pies de su esposa. No me dio más detalles, pero
entendí que hubo una bronca monumental que sólo cesó ante la llegada de la
policía y las disculpas oportunas. También me dijo que se ponía a trabajar a
las 7 de la mañana y que se había quedado dormido. Que aun estaba en su casa y
que lo primero que se le ocurrió fue llamarme para consultarme que era lo que debía
tomarse para el horrible dolor de cabeza que sufría. La conversación terminó
pronto ya que como yo me estaba tronchando, se me cabreó y colgó al instante.
Pero no terminó aquí la cosa.
Nada más colgar, recibí la llamada del otro compañero que tampoco había probado
la hierba jamás. Me dijo que nada más llegar a su casa se encontró con su
esposa dormida en el sofá roncando como una locomotora. Al verla en aquel
estado, le entró la risa tonta de tal modo que incluso se meó en los
pantalones. Naturalmente y debido al ataque de risa, despertó a su cónyuge que
no daba crédito a lo que estaba viendo. Le obligó a desvestirse, puso una
lavadora y se fueron los dos a la cama de morros que duraron hasta la hora del
desayuno. También me preguntó por algún remedio eficaz para la terrible resaca
que le impedía casi abrir los ojos. De eso hace ya un par de semanas y no he
vuelto a tener noticias suyas. Espero que no se hayan divorciado.
Por suerte mi esposa se
encontraba en la ducha mientras mantuve esas dos conversaciones, aunque algo
raro debió de notar cuando me preguntó el motivo por el cual estaba tan pálido.
Resumiendo, que 4 sesentones
carcamales son un espectáculo dantesco si se fuman un porro cargadito. A partir
de ahora infusiones de tomillo o hierbabuena. De la normal, vaya.
Pep Trempat
Jajajajaja me hubiera encantado veros por un agujero a los cuatro pero especialmente a esos dos que nunca habían fumado.¿Los volverás a ver? jujuju
ResponderEliminarPara la próxima les puedes obsequiar con un pastel de "chocolate" para hacer las paces.Y una infusión por supuesto :P
jijiji, !qué bueno!, y eso la próxima vez infusiones de manzanilla.
ResponderEliminarBruixeta,
Eh! Que yo no digo que eso haya sucedido. Ni lo afirmo ni lo niego.
ResponderEliminarQue cada uno saque sus propias conclusiones.
Pues yo no he fumao un peta en mi vida. Bien por ti Pep
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