Y llegó la primavera

Y LLEGÓ LA PRIMAVERA

Esta mañana he ido al bosque y me he tendido sobre la húmeda hierba.
Ha sido maravilloso cortejar con la naturaleza mientras esta invadía todos mis sentidos.
He escuchado un concierto de jilgueros y pinzones peleándose por su territorio y he asistido al espectáculo de las diferentes tonalidades de verdes con manchas puntuales del rojo encendido de las amapolas. A lo lejos diviso parcelas de trigales y extrañas edificaciones que se escapan de mi racionalidad pero que no desentonan en el conjunto de este puzzle interminable.
He saboreado los intensos olores del tomillo fresco y de corteza de los árboles. Pinos y abetos ocultándome el límpido paisaje de un cielo azul sin nubes.
La simbiosis que ha experimentado mi cuerpo a sido de un placer insospechado y he dejado que mi tejido animal asimilara los efluvios que me van a acompañar durante lo que me resta de vida.
La vida, ese extraño conjunto de sensaciones y emociones que nos hacen seguir adelante, pero…formando parte de qué?

Esta mañana he ido al bosque a embriagarme de belleza, a creerme el ser más egoísta del planeta por querer formar parte de algo que nos sobrepasa, que nos humilla ante su esplendor y espectacularidad. Que nos domina irremediablemente.
He visto lo que sólo pueden ver ojos que quieren ver.
Ni un soplo de viento disimulaba las aromas silvestres y sólo el esporádico sonido de las hojas al caer perturban una paz envidiable.
El crecer de la hierba sobre mi cuerpo me ha llenado de una euforia incontenible de la que a duras penas me he podido mantener impasible a mis deseos más recónditos. Pertenecer a ella, a la que lo cubre todo y por la que lloramos si no tenemos.
Inmóvil como rama rota, seca y carente de vida he esperado con ansia la llegada de mi predeterminado destino y ansiando verse cumplido mi deseo que no es el de ser inmortal, si no de pertenecer a esa inmortalidad que genera vida y al mismo tiempo nos la quita.
Mi cuerpo empieza a experimentar la invasión de las hiedras y zarzales que me laceran la piel y sin embargo no siento dolor alguno.

Esta mañana he ido al bosque. Lo he invadido con mi presencia y él me ha regalado con la metamorfosis de una oruga convirtiéndose en la primera mariposa de la temporada, la cual se ha depositado tranquilamente encima de mi ser. La he admirado por su belleza, la he mecido con mi inmovilidad, la he acariciado con mi mente, he jugado con ella al gato y al ratón y me ha dado envidia por poder volar hasta que me he dado cuenta de que no me hacía falta. Ya estoy volando por encima de las montañas y de su cuna vegetal y animal. Formo parte ya de todo su conjunto y me alegro como se alegra una solitaria ardilla al encontrar camuflada entre el follaje alguna baya o bellota que llevarse a su guarida.

Esta mañana he ido al bosque y me ha cubierto con su manto. He empezado a vivir en mi muerte y me gusta.

Esta mañana he ido al bosque para quedarme en él.